Mientras que la evangelización de Pedro en el templo produjo convertidos, no consiguió lo mismo con los saduceos. La salvación no está garantizada, pero la convicción sí. Cuando el evangelio se proclama con claridad y está acompañado por el testimonio de una iglesia pura, entonces las personas serán confrontadas por la realidad del pecado en sus vidas. Esto es lo que significa la convicción. Las personas se darán cuenta de que aman el pecado y entonces se arrepentirán o continuarán su pecado mientras suprimen su convicción. El evangelio es para algunos «olor de vida para vida» y para otros «olor de muerte para muerte» [2 Cor. 2:16]. No toda convicción conduce a salvación, pero la convicción es necesaria para la salvación. Y para producir cualquier convicción, el mensaje debe contar con el respaldo de un testimonio puro.
La convicción verdadera es mental, no simplemente emocional. Pedro no evangelizó contando historias que hacían llorar generando tristeza superficial y culpa temporal. Esta clase de convicción es vacía e inútil. En lugar de eso, predicó claramente acerca de un Cristo que fue enviado por Dios para perdonar pecados, un Cristo que la gente crucificó. Les dijo a los que evangelizaba que vivían en la rebelión contra Dios y les ofreció esa salvación si sólo se arrepentían. En lugar de arrepentirse, a quienes Pedro habló se enfurecieron porque su mensaje del evangelio había producido convicción de pecado.
La Evangelización
John MacArthur