La virtud no puede darse en un vacío. En su corazón debe haber conocimiento. El término griego gnosis se refiere al interior, al discernimiento y a la verdad bien entendida. En primer lugar, debemos entender cómo conducirnos adecuadamente antes de que podamos hacer algun progreso en ello. La virtud depende de la gnosis, el conocimiento de un carácter y una calidad más elevados.
Es alarmante darse cuenta de que nuestra cultura tiene más interés en la emoción, que en el conocimiento y el pensamiento. Esto se nota cuando la gente, antes de aceptar algo, pregunta: «¿Cómo me hará sentir?», en lugar de «¿Es verdad?». Hoy en dia, este enfoque erróneo también es evidente en el terreno de la teología, donde las preguntas que predominan son: «¿Será causa de división?» y «¿Ofenderá a alguien?», en lugar de «¿Es correcto?». Los creyentes de Berea eran más nobles que los de Tesalónica, porque «recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así» (Hch. 17:11). Estos creyentes no tenían interés en tener buenos sentimientos ni en disfrutar de circunstancias placenteras, sino en encontrar la verdad.
En su libro, Right Thinking [El pensamiento correcto], Bill Hull escribió lo siguiente:
«Lo que me asusta es la filosofía del pensamiento anti-intelectual, que se ha esparcido por la Iglesia. Esta filosofía tiende a crear una fe romantica haciendo de la iglesia local un centro experimental… Piensan que la iglesia debe de suplir las necesidades de sus consumidores espirituales, derivadas de sus sentimientos».
Mucha gente no va a la iglesia para pensar o razonar, sino para experimentar una determinada clase de sentimientos. El hecho de vivir guiados por las emociones, en lugar de pensar correctamente, produce una gran inestabilidad en las personas. John Stott lo explica perfectamente en su libro Your Mind Matters [Los asuntos de su mente:
«El pecado tiene más efectos peligrosos sobre nuestra facultad de sentir que sobre nuestra facultad de pensar, por que nuestras opiniones son más fácilmente controladas y reguladas por la verdad revelada que por nuestras experiencias».
La psiquiatría tradicional ve a la humanidad como el pináculo de un proceso evolutivo, pero conservando aún muchas de las mismas características de las especies inferiores. Por eso muchas personas creen que los resultados de los famosos experimentos de Pavlov hechos con perros, relacionados con la respuesta a un estimulo, son válidos también para los seres humanos. Sin embargo, el psiquiatra William Glasser, el padre de la terapia realista, en su libro Stations of the mind (Estaciones de la mente, llega a una conclusión muy diferente.
En este estudio sobre cómo trabaja el cerebro, Glasser descubrió que la gente no está controlada por un factor predecible estímulo-respuesta, sino por los deseos internos. De acuerdo a Glasser, lo que la gente quiere está predeterminado por lo que les influencia; o sea, su pensamiento. Los estudios de Glasser muestran que la respuesta humana a los estímulos exteriores no es mecánica, sino pensante, porque la mente es el centro de mando que determina la conducta. Finalmente, concluye que lo importante es el pensamiento, puesto que ello es lo que influencia las acciones del ser humano. Las Escrituras afirman esta misma conclusión. Proverbios 23:7 nos dice lo siguiente: «Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él». El Señor dice a todas las personas: «Venid luego, dice el Señor, y estemos a cuenta» (Is. 1:18). Cristo les dijo a los líderes religiosos que no buscaran señales, sino que pensaran en los hechos que a habían sido revelados en las Escrituras (Mt. 16:1-4; Lc. 12:54-57; 16:29-31). Pablo dirigió un enfático llamamiento al pensamiento piadoso (Fil. 4:8). El corazón de esta enseñanza es el conocimiento que, según Pedro, debemos añadir a nuestra fe (2 Pedro 1:5).
John Macarthur
Extracto tomado de:
Salvos Sin Lugar a Dudas
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