Cuando huir es sabio

  
«Pero aconteció un día, cuando entró él en casa a hacer su oficio, que no había nadie de los de casa allí. Entonces ella lo asió por la ropa, diciendo: Duerme conmigo. Pero él, dejando su ropa en las manos de ella, huyó y salió». — Génesis 39.11–12 

Por Christopher Shaw

El concepto arraigado en nuestra cultura es que huir es solamente para cobardes, para aquellos que no tienen agallas para hacerle frente a los verdaderos desafíos de la vida. Según este criterio, los que huyen nunca triunfarán en la vida, pues las conquistas pertenecen a los que avanzan contra viento y marea. Muchas veces trasladamos esta filosofía al ministerio, cultivando una postura de obstinada perseverancia en lo que hacemos. No obstante, en ocasiones, como lo ilustra la historia de José, puede ser la fórmula ideal para el desastre.

Algunos podrían objetar que José terminó en la cárcel como resultado de su decisión de huir. Su corazón, sin embargo, estaba siendo preparado para las grandes responsabilidades que Dios iba a colocar en sus manos, en pocos años. A corto plazo, entonces, huir tuvo sabor a derrota, pero a largo plazo su decisión puso las bases para una vida de trascendencia en los asuntos del Señor.

¿Qué es lo que motivó a José a huir? En primer lugar, observamos en el pasaje que el mayor compromiso de José era la honra de su Dios. Su deseo de no ensuciar el nombre de Jehová se extendía también a una decisión de no deshonrar al hombre que le había confiado el cuidado de todo lo que tenía en su casa, Potifar. Ya había declarado, en ocasión de las insistentes insinuaciones de la esposa de su amo: «Mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mis manos todo lo que tiene. No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer. ¿Cómo, pues, haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios» (Gn. 8–9).

En el texto de hoy vemos que José se encontraba solo con la mujer de Potifar, una situación sumamente peligrosa para cualquier hombre que desea mantener la pureza de su corazón. Ella, no satisfecha con presionarlo con sus perversas invitaciones, echó por la borda la cautela y quiso tomarlo por la fuerza. José sabía que en breves instantes dejaría de poseer la disciplina y la claridad mental para mantenerse firme en su postura. No intentó fortalecerse en medio de una situación que apelaba a la sensualidad de la carne. Ante semejante peligro, decidió huir.

He aquí la clave de su decisión: conocía sus propias limitaciones y sabía bien por qué puertas podría ingresar el enemigo. El líder sabio sabe que hay situaciones en las que no podrá ejercer el control necesario para mantener la santidad de su vocación. Ni siquiera pretende intentar una lucha, por que no se encuentra en igualdad de condiciones. La decisión de huir requiere mayor coraje y valentía que el necio que cree poder triunfar donde otros, mejores que él, han caído.

Para pensar:

«Huye de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor» (2 Ti 2.22).

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