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«El que vive aislado busca su propio deseo, contra todo consejo se encoleriza. Proverbios 18.1 (LBLA)
Por Christopher Shaw
Uno de los desafíos que presenta la responsabilidad de ser líder es saber cómo manejar la soledad. El peso de discernir los propósitos de Dios para el pueblo y conducirlo por el camino que permitirá el cumplimiento de ellos reposa, en última instancia, sobre los hombros de quien ha sido llamado a esta función. Aunque puede estar rodeado de consejeros y colaboradores, la responsabilidad final es exclusivamente del líder y esto inevitablemente hará que, en algunas funciones, el líder esté solo. Tal fue la soledad de Moisés, que tuvo que interceder solo por el pueblo que se había prostituído con el becerro de oro. Del mismo modo nuestro Señor Jesús vivió solo su angustia cuando estuvo en Getsemaní. Quizás la falta de sensibilidad al enorme peso que reposaba sobre los hombros del Maestro es lo que, finalmente, hizo que los discípulos se quedaran dormidos.
Existe una clase de soledad, sin embargo, que no viene con el puesto, sino que es la manifestación de nuestra naturaleza caída. Es a esta condición que alude el autor de Proverbios en el texto de nuestro devocional. La Traducción en Lenguaje Actual traduce de esta forma el versículo: «El que es egoísta sólo piensa en sí mismo y no acepta ningún consejo». Inmediatamente nos damos cuenta a qué se refiere el texto, pues vemos cotidianamente las manifestaciones del egoísmo, no solamente en los demás, sino también en nuestras propias vidas. Su perspectiva de la vida puede ser resumida en una sola palabra: YO. En todo momento el único tema que le interesa al egoísta es su propia persona. Habla de sí mismo, se sirve a sí mismo y trabaja solamente para el beneficio de sí mismo.
Me gusta la traducción de La Biblia de las Américas porque capta la sutileza del egoísmo. El vivir aislado es asumir una postura en la vida donde evito entrar en contacto con los demás. Entendamos bien que aquí no se hace referencia al aislamiento del que vive en una región remota del país, o en el campo. Es, más bien, una separación que resulta del deseo de evitar relaciones significativas con otros, sabiendo que esta clase de relaciones naturalmente conducen a intercambios transformadores. El que vive aislado no quiere correr el riesgo de que otros intervengan en su vida, precisamente porque busca su propio deseo y se convence de que nadie lo entiende.
Por supuesto que cada uno de nosotros creemos que no somos personas egoístas. Para saber la verdad, sin embargo, podemos invertir el versículo de hoy. Busquemos primero el síntoma, que es enojarse ante todo consejo contrario a nuestra perspectiva, y luego sabremos qué clase de persona somos. El que actúa así, de seguro que se ha aislado para hacer su propia voluntad.
Para un líder vivir aislado es particularmente peligroso, porque arrastra al pueblo detrás de su egoísmo. Ellos acaban sufriendo las consecuencias de esta clase de condición que el líder falsamente atribuye al ministerio. Esta no es soledad, sino necedad.
Para pensar:
¿Quiénes son sus consejeros? ¿Cómo reacciona cuando otros le dan consejos? ¿Cuándo fue la última vez que recibió un consejo que resultó beneficioso para su propia vida?
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