
“La clase de meditación que la Biblia estimula difiere de las otras clases de meditación de muchas maneras. En tanto que algunos abogan por un tipo de meditación en el que se hace todo lo posible por vaciar la mente, la meditación cristiana implica llenar la mente de Dios y de su verdad. Para algunos, la meditación es un intento de alcanzar una pasividad mental total, pero la meditación bíblica requiere una actividad mental constructiva. La meditación mundanal emplea técnicas de visualización mental cuyo propósito es «crear su propia realidad». Mientras que la historia cristiana siempre ha tenido un lugar en la meditación para el uso santificado de la imaginación que Dios nos dio, la imaginación está a nuestro servicio para ayudarnos a meditar en las cosas que son verdaderas (vea Filipenses 4: 8). Además, en lugar de «crear nuestra nuestra propia realidad» por medio de la visualización, nosotros conectamos la meditación a la oración a Dios y a la acción humana responsable y llena del Espíritu para efectuar cambios. Además de estas distinciones, definamos la meditación como el pensamiento profundo en las verdades y realidades espirituales reveladas en las Escrituras, o en la vida desde una perspectiva bíblica, con el objeto de entender, practicar y orar. La meditación va más allá de escuchar, leer, estudiar y aun de memorizar como un medio de asimilación de la Palabra de Dios. Una analogía sencilla sería una taza de té. En esta analogía, su mente es la taza con agua caliente y la bolsita de té representa su asimilación de las Escrituras. Escuchar la Palabra de Dios es como sumergir la bolsita de té en la taza una vez. El agua absorbe algo del sabor del té, pero no tanto como ocurriría si sumergiera la bolsita por más tiempo. Leer, estudiar y memorizar la Palabra de Dios son como las zambullidas adicionales de la bolsita de té en la taza. Mientras más veces entre el té en el agua, más penetrante será su efecto. La meditación, sin embargo, es como sumergir completamente la bolsita y dejarla en remojo hasta que todo el sabor intenso del té se haya extraído y el agua esté completamente castaño-rojiza. Meditar en las Escrituras es dejar que la Biblia se remoje en la cabeza. Por consiguiente, podemos decir que así como el té tiñe el agua, la meditación «tiñe» nuestro pensamiento. Cuando meditamos en las Escrituras, ellas influyen sobre lo que pensamos de Dios, de los caminos de Dios y de su mundo, y de nosotros mismos. De manera similar, así como la bolsita de té le da sabor al agua, por medio de la meditación constantemente «saboreamos» o experimentamos la realidad que el texto enseña. La información del texto se convierte en experiencia en nuestro corazón, nuestra mente y nuestra vida. La lectura de la Biblia le habla al creyente, por ejemplo, del amor de Dios. Es más probable que la meditación convenza a la persona y, de las maneras bíblicas apropiadas, haga que sienta que Dios la ama.”
Extracto de: Disciplinas espirituales para la vida cristiana por Donaldo S. Whitney