«Bienaventurados los pobres en espíritu…».

Muchos de nosotros estamos tan familiarizados con el Sermón del Monte que no somos conscientes del impacto que tuvo que haber tenido en los que lo escucharon por primera vez. Los preceptos de Jesús fueron tan revolucionarios que, después de cada declaración, probablemente tuvo que hacer una pausa hasta que la multitud se calmara lo suficiente para continuar. Casi todas las enseñanzas de Cristo eran contrarias a la sabiduría del mundo y el pensamiento judío. La primera bienaventuranza es un ejemplo de ello, pues dice: «Bienaventurados [felices] los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos». En lo que respecta a la sabiduría del mundo, esto va en contra de lo que se considera necesario para «salir adelante» y «ser alguien». En lo que respecta al pensamiento judío, era contrario a la tradición. Los judíos eran un pueblo orgulloso y se sentían orgullosos de sentirse orgullosos. A todos ellos y a nosotros, Jesús dijo: «Bienaventurados los pobres en espíritu».

Lo que «pobres en espíritu» no quiere decir

¿Qué quiso decir Jesús con la frase «pobres en espíritu»? Primeramente, debemos notar que Jesús no dijo: «Bienaventurados los pobres en el bolsillo». Es cierto que los pobres con respecto a las cosas materiales tienden más a ser pobres en espíritu (considere 1a Corintios 1.26–29 y 1a Timoteo 6.9), sin embargo, es posible ser pobre y aún así tener un espíritu orgulloso y altivo. Luego, tenemos a los que han sido bendecidos económicamente y son tan humildes y dependientes de Dios como es posible.6 El dinero no es el factor decisivo. Dios no condena de forma automática la prosperidad ni bendice la pobreza.

También podríamos añadir que Jesús no dijo: «Bienaventurados los pobres de espíritu». Algunos piensan que son pobres en espíritu porque no se aman; de hecho, se desprecian. Esta no es una actitud apropiada para un hijo del Rey. La Biblia enseña que cada alma es valiosa a los ojos de Dios (vea Mateo 16.26).

Lo que «pobres en espíritu» sí quiere decir

Entonces, ¿qué quiere decir la frase «pobres en espíritu»? La palabra que usó Jesús para «pobres» es (ptochos). Ptochos no quiere decir simplemente pobres; tiene que ver con ser indigente, estar sumido en la pobreza. Se originó de una palabra que quiere decir «encogerse u ocultarse por miedo». Se refiere a «la pobreza total que reduce a las personas a la mendicidad». Es la palabra usada para describir al mendigo Lázaro, al decir: «Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta [del rico], lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas» (Lucas 16.20, 21a; énfasis nuestro). En los Estados Unidos estamos familiarizados con tres clases de personas: Están los ricos, los pobres y está la gran «clase media», donde muchos de nosotros nos encontramos. En tiempos bíblicos había principalmente dos clases de personas: los ricos y los pobres, «los que tienen» y «los que no tienen».

En el texto que nos ocupa, ptochos no se refiere a los que tienen poco, se refiere a los que no tienen nada. Evoca la imagen de un mendigo tumbado al lado de la carretera —un mendigo que depende enteramente de la misericordia de los demás, ¡un mendigo que sabe que no tiene nada y que morirá si nadie le muestra misericordia! Usted y yo tenemos que volvernos mendigos espirituales si queremos ver el reino de los cielos. Tenemos que reconocer que somos espiritualmente indigentes. Jesús en efecto dijo: «Bienaventurados los que, en su propia estimación de sus capacidades morales y religiosas, son mendigos, dándose cuenta de su desesperación espiritual». La traducción de Goodspeed consigna: «Bienaventurados los que sienten sus necesidades espirituales…».

Dios siempre ha querido y elogiado a los que reconocen su necesidad espiritual. David escribió: «Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios» (Salmos 51:17). Cuando leemos este versículo, puede que pensemos: «Sin embargo, Dios ordenó los sacrificios de animales en el Antiguo Testamento». Cuando Salomón dedicó el templo, 120,000 ovejas y 22,000 bueyes fueron sacrificados, además de otros animales, «que por la multitud no se podían contar ni numerar» (1 Reyes 8:5; ver verso 63). Dios respondió enviando una nube de gloria que llenó el templo (vers.o 10). ¿Por qué dice entonces David que «los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado»? Porque el Señor aceptaría los sacrificios de animales solamente si provenían de fieles que tuvieran un corazón contrito y humillado.

Isaías demostró la clase de espíritu que desea Dios. Cuando vio al Santo y Altísimo, vio que él no era nada. Dijo: «¡Ay de mí! que soy muerto; porque [soy] hombre inmundo de labios, y [habito] en medio de pueblo que tiene labios inmundos» (Isaías 6.5). Más tarde dijo que «todas nuestras justicias [son] como trapo de inmundicia» (64.6). Cuando veo lo que tengo para ofrecer a mi Señor puro, yo, como Isaías, tengo que decir: «¡Ay de mí!».

Un buen ejemplo de lo que quiere decir ser «pobres en espíritu» se encuentra en la parábola del fariseo y el publicano (Lucas 18:9-14). Por un lado, el fariseo se consideraba justo. Reconocía que no tenía defectos espirituales en su persona y no sentía necesidad de ayuda divina. Por otro lado, el publicano era pobre en espíritu. Se dio cuenta de que era un pecador, que necesitaba desesperadamente de la misericordia de Dios. Oró diciendo: «Dios, sé propicio a mí, pecador» (vers.o 13). Jesús concluyó: «Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro» (verso 14a). No hay indicios de que el fariseo fuera inexacto en las virtudes que mencionó, sin embargo, su actitud orgullosa lo condenó. Un hombre puede ser limpio en lo moral, honesto en los negocios y generoso al dar y aún así ser rechazado por Dios si no es «pobre en espíritu».


David Roper

Extracto

One comment

  1. Wow! Me sorprende encontrar a una persona con una interpretación tan precisa y profunda, para complementar añadiría el tema del desapego en el sentido de no poseer nada! Pero vivir cada alimento para el alma como cuando un pobre recibe una migaja de eso que tanto le falta, sabe que siempre debe mantener la actitud, la sabiduría de Dios es infinita.

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