Sorpresa celestial [Visita a Zacarías]
Desde el anonimato
Lectura | Texto: Lucas 1.5-25
¿Quiénes fueron Zacarías y Elizabet? ¿Por qué los escogió Dios para ser los padres de Juan?
El relato de la historia del nacimiento Jesús comienza con dos personas completamente desconocidas para nosotros, Zacarías y Elizabet. Ellos— aunque aún no lo saben—han sido escogidos para ser los padres del prometido. Su participación en los eventos que acompañan la llegada del Mesías se limita a unos pocos versículos en el Evangelio según Lucas. Lo que ocurrió con ellos después del nacimiento de Juan permanece tan escondido para nosotros como los años que transcurrieron antes de su fugaz aparición en las Escrituras.
Estos dos, sin embargo, son los más fieles representantes de la enorme multitud de personas que conforman “el pueblo de Dios”. Son personas cuyos nombres no eran conocidos a más que un pequeño puñado de individuos. Los hechos de sus vidas no están registrados en ningún compendio de las grandes figuras de la historia de la humanidad. Probablemente no hayan participado de tan dramático eventos, como lo fueron la confrontación de Goliat, la derrota de los 400 profetas de Baal o el paso por el horno de fuego de Nabucodonosor. Desde una perspectiva terrenal se les podría describir como insignificantes, figuras relegadas al olvido.
La perspectiva de la reino sobre el asunto, sin embargo es otra. Mide nuestro paso por la tierra con una vara enteramente diferente a la que usan los hombres. Encuentra, entre aquellos que el mundo descarta, algunos de los más preciosos tesoros espirituales. De Elizabeth y Zacarías, por ejemplo, afirma que “ambos eran justos delante de Dios, y se conducían intachable mente en todos los mandamientos y preceptos del señor” [6].
La frase, más que un comentario sobre un evento, es el resumen de un estilo de vida de profunda devoción y fidelidad al Señor. Ellos eran poseedores de esa cualidad que tanto esquivan los ministros de este tiempo: la integridad. Los años no han logrado mellar su compromiso de vivir en santidad, ocupados en prestar el servicio al que han sido llamados. Mientras se concentran en vivir esa vida de fidelidad, el Señor los ha escogido para algo más grande de lo que ellos jamás pudieron haberse imaginado. Quisiera que tome nota, sin embargo, de que ellos no han hecho absolutamente nada para ser elegidos. No se han postulado para un puesto, ni le han sugerido al Señor que ellos están para proyectos “más importantes”.
Su actitud expone un importante principio, que se reitera y una y otra vez en la Palabra: si Dios interrumpe la vida de alguien, será con la persona que está ocupado en ser fiel en el lugar donde ha sido ubicada. Fuera de una vida de fidelidad a nuestro llamado, no existe nada en nosotros que pueda producir estas visitaciones. Por esto, no es necesario perder tanto tiempo buscando y clamando por esas manifestaciones que tanto obsesionan a la Iglesia de este tiempo.
Muchas veces anhelamos una experiencia más dramática en nuestra vida espiritual; pero Dios se interesa en, y ve con sumo agrado, la vida del hombre y la mujer que procura mantener firme su compromiso a lo largo de las semanas, los años, y las décadas.
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