Todo gracias a la obra de Cristo
“Lo que hemos visto y oído, eso es lo que anunciamos, para que también vosotros tengáis la comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo”. 1 Juan 1:3
Cuando los hombres y las mujeres contemplan el mundo en que viven, con sus guerras, sus vicisitudes, falsas esperanzas y todo su sufrimiento, no se contentan con observar estas cosas de forma meramente superficial, y como tienen un verdadero interés o preocupación, están abocados a preguntarse: ¿Cuál es el problema? ¿Por que el mundo es así?
Y por supuesto, es precisamente en este punto donde, en calidad de cristianos, tenemos un mensaje muy especial y vital; es justamente aquí, en un sentido, donde entra el Evangelio cristiano. Y sin duda, si como cristianos tenemos el llamamiento a hacer algo por encima de todo lo demás en este momento, es a proclamar el mensaje del Evangelio; es a entregar el mensaje de Dios en esa situación y justamente en relación con ella. Este es el límite del pensamiento del mundo; está desconcertado, no lo entiende; todas sus predicciones se han de mostrado falsas, todas sus confiadas esperanzas han sido echadas por tierra; y así el mundo está completamente perplejo.
Y si es justamente entonces cuando intervenimos como cristianos, es también este punto precisamente lo que trata el mensaje especifico de esta primera epístola de Juan. Como ya hemos visto, los cristianos no se sorprenden por el estado del mundo; de hecho, es una extraña confirmación de su actitud ante la vida y ante la totalidad de la Historia del mundo, dado que ellos parten, tal como se nos ha recordado en el estudio de esta epístola, del postulado fundamental de que “el mundo entero esta bajo el maligno”.
Este es, por otro lado, una de esos ejemplos de aquello a lo que se refería el salmista cuando dijo tan acertadamente: “Ciertamente la ira del hombre te alabara” (Salmo 76:10); y la ira del hombre alaba a Dios, entre otras cosas, de esa forma en concreto; la mismísima ira del hombre que resulta en un mundo como este demuestra la aseveración de la Biblia de que el mundo está en poder del “dios de este siglo”, del “principe de la potestad del aire”; esos diversos apelativos que describen ese poder maligno que se ha rebelado contra Dios.
Los cristianos no se sorprenden, pues. Comprenden; saben que existe un mal radical en la vida como resultado del pecado y de la caída, y que mientras este perdure no hay nada que hacer en el mundo a excepción de lo que hemos experimentado. Están a salvo, pues, del entusiasmo por las diversas falsas esperanzas, y también están a salvo del cinismo de esta época. Este siglo XX es una gran reacción contra el siglo XIX, tan lleno de confiadas esperanzas y expectativas. Ahora estamos experimentando la reacción, y el ciudadano medio se ha vuelto cínico e indiferente.La filosofía actual dice: “De qué sirve todo, el mundo entero parece haberse vuelto loco; pongamos, pues, buena cara al mal tiempo”.
Ahora bien, el cristiano queda inmediatamente a salvo de todo esto pero, gracias a Dios, no se queda en eso, no es algo meramente negativo. El Evangelio de Jesucristo nos ofrece una explicación satisfactoria de por qué el mundo es como es, y lo describe esencialmente así: dice que todo el problema se reduce a la rebelión del hombre contra Dios. Nos ahorramos perder el tiempo analizando las diversas teorías políticas. Las guerras no se pueden explicar meramente en estos términos no se pueden explicar simplemente en términos de hombres como Hitler y otros, o como la agresión de una nación en particular. En última instancia, las ideas y las teorías políticas, económicas y sociales son completamente inadecuadas, y con nuestra percepción cristiana vemos las cosas; sabemos que la explicación es mucho más profunda. Estas otras cosas son simples manifestaciones, puesto que la causa fundamental del problema es que los hombres y las mujeres, en su necedad, se encuentran en un estado de rebeldía contra Dios.
Esta es la mismísima esencia del mensaje bíblico: que el hombre y la mujer, creados por Dios en un estado paradisíaco y perfecto, sintieron que hasta el paraíso mismo era un insulto para ellos puesto que estaban sujetos a Dios. Fue ese acto original de rebeldia el que dio lugar a todos los demas problemas esta es la historia de la Biblia. Este acto inicial de rebeldía engendró el miedo en ellos; tan pronto como supieron que habían hecho lo que jamas tenían que haber hecho, se miraron el uno al otro con celos y envidia. Luego llegaron sus hijos, y eran envidiosos y celosos y así sucesivamente; dolor sobre dolor. Y todo se remonta al hecho de que los hombres y las mujeres fueron creados en realidad para vivir en comunión con Dios, y que la felicidad, en su sentido pleno y definitivo, solo es realmente posible cuando obedecen la ley de su propio ser; y que mientras la rehusen, solo pueden experimentar confusión, tristeza y desdicha.
Este es, según la Biblia, el estado del mundo sin Dios. Se rebela contra Dios y, por tanto, causa sus propias miserias”. No lo argumenta, simplemente nos lo dice, y todo el estado del mundo es justamente una demostración de ello. No sirve de nada, dice la Biblia; puedes hacer lo que quieras, puedes poner en marcha todos los planes y los programas que quieras, pero mientras los hombres y las mujeres tengan una relación errónea con Dios, nunca serán mejores. Tal como lo expresa Agustín: “Tú nos has hecho para ti, y nuestras almas no hallan descanso hasta descansar en ti”. Ese es el problema del individuo, de los colectivos, de la sociedad, de las naciones y así, en última instancia, del mundo entero. Debido al pecado estamos, pues, en un mundo como este, y el mundo es así por el pecado.
Martyn Lloyd-Jones
Vida En Cristo