Una de las doctrinas más importantes y alentadoras respecto a los atributos de Dios es Su autosuficiencia. Él no tiene necesidad de nada; menos aún necesita de una relación con el hombre. El cristianismo occidental ha exaltado la dignidad del hombre a un grado tal que ahora casi considera a la humanidad por encima de Dios como el fin de todas las cosas y como aquello que tiene un valor inestimable. Nos hemos convencido a nosotros mismos que el cielo no sería cielo sin nosotros, y que Dios no estaría completo si la humanidad se perdiera. Sin embargo, la Escritura calcula el valor total de las naciones como “…una gota de agua que cae del cubo…” y “como granos de polvo en las balanzas…” (Is 40:15). Para responder "a la noción de que Dios tiene una necesidad que solo el hombre puede llenar, el apóstol Pablo presenta la siguiente refutación: “El Dios que hizo el mundo y todo lo que en él hay es el Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos hechos por manos humanas” (Hch 17:24). Dios no carece de nada y por tanto no tiene necesidad de nada ni de nadie fuera de Sí mismo para mantener o mejorar Su existencia. Además, Dios no tiene necesidad de una relación, puesto que el Padre, Hijo y Espíritu han existido en perfecta comunión el uno con el otro por la eternidad. El infinitamente generoso Dios no creó al mundo por alguna necesidad divina, sino por Su superabundancia.
Paul Washer
Tomado del libro: El Llamado del Evangelio y la Conversión Verdadera.
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