“Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria.” 2 Corintios 4:17

Estas palabras nos suplen con el motivo por el cual no debemos desmayar debido a las aflicciones ni sentirnos abrumados por los infortunios. Nos enseñan a mirar a las tribulaciones de este tiempo a la luz de la eternidad. Nos afirman que los presentes golpes de la vida cristiana tienen un efecto benéfico en el hombre interior. Si estas verdades fuesen tomadas firmemente por la fe, ellas mitigarían muchas de las amarguras de nuestras penas. “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria.” Este versículo manifiesta una impresionante y gloriosa antítesis, al contrastar nuestro estado futuro con el presente. Aquí hay “tribulación” allí “gloria”. Aquí es una “leve tribulación”, allí un “peso de gloria”. En nuestra tribulación existe tanto liviandad como brevedad; es una aflicción ligera, y solo dura un momento; ¡en nuestra gloria futura hay solidez y eternidad! Para describir este precioso contraste consideremos, por separado, cada parte, pero al revés de cómo se menciona.
I. “Un cada vez más excelente y eterno peso de gloria.” Es interesante que la palabra hebrea para “gloria”, kabod, también significa “peso”. Cuando se añade peso al valor del oro o piedras preciosas estas incrementan su costo. La felicidad del cielo no puede ser contada en palabras terrenales; las expresiones figuradas tienen la intención de mostrarnos un panorama imperfecto. Aquí en nuestro versículo se van apilando comparaciones una sobre otra. Lo que espera al creyente se llama “gloria”, y cuando decimos que eso algo es glorioso hemos alcanzado los límites del lenguaje humano para expresar aquello que es excelente y perfecto. Pero la “gloria” que nos espera es pesada, sí es “cada vez más” superada en peso que cualquier cosa terrestre y temporal; su valor define el cálculo para tasar las demás cosas; su excelencia trascendente está fuera de la descripción oral. Además, está grandiosa gloria que nos espera no es efímera y temporal, sino Divina y eternal; porque no puede ser “eterno” a menos que sea Divino. El gran y bendito Dios nos dará aquello que es digno de Sí mismo, sí aquello que es a Su Semejanza; es decir, infinito y para siempre.
II. “Esta leve tribulación momentánea.”
1. “Tribulación” es la parte común de la existencia humana; “Pero como las chispas se levantan para volar por el aire, Así el hombre nace para la aflicción” (Job 5:7). Esto es parte de lo que implica el pecado. No puede ser que una criatura caída sea perfectamente feliz en sus pecados. Tampoco están exentos los hijos de Dios; “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14:22). Es por medio de un camino difícil y escabroso que Dios nos guía a la gloria y a la inmortalidad.
2. Nuestra tribulación es “leve”. Las tribulaciones no son leves en sí mismas porque muy a menudo estas son pesadas y gravosas, ¡pero son leves en comparación! Estas son ligeras cuando se les compara con lo que realmente merecemos. Ellas son ligeras cuando se les compara a los sufrimientos del Señor Jesús. Pero, quizás su ligereza real se aprecia mejor al compararlas con el peso de gloria que nos está esperando. Como dijo el mismo apóstol en otro lugar, “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).
3. “Momentánea.” Si tus aflicciones continuaran durante toda una vida, y esa vida tuviera la misma duración que la de Matusalén, aun así sería momentánea si se compara con la eternidad que nos está reservada. A lo mucho nuestra aflicción se circunscribe a esta vida presente, la cual es un vapor que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. Oh que Dios nos capacite para examinar nuestras tribulaciones con una perspectiva verdadera.
III. Nota la conexión entre las dos.
Nuestra leve tribulación, la cual es momentánea, “produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”. El presente está influenciando el futuro. No hay sentido para nosotros en razonar o filosofar sobre esto, sino en tomar a Dios por Su Palabra y creerle. Experiencias, sentimientos, observaciones de otros, podrían negar este hecho. Muchas veces las aflicciones parecen que únicamente nos amargan y nos hacen más rebeldes y descontentos. Pero recordemos que las aflicciones no son enviadas por Dios para el propósito de purificar nuestra carne, sino son diseñadas para el beneficio del “nuevo hombre”. Además, las pruebas nos ayudan a prepararnos para la gloria que vendrá. La tribulación aleja nuestro corazón del amor por el mundo; nos hace anhelar más el tiempo en el que seremos trasladados de esta escena de pecado y pena; ella nos capacitará para apreciar (por medio del contraste) las cosas que Dios ha preparado para aquellos que Le aman. Entonces, esto es lo que la fe debería hacer: colocar en un lado de la balanza la presente aflicción y en la otra la gloria eterna. ¿Son dignas de comparación? Por supuesto que no. Un segundo de la gloria va a sopesar una vida entera de sufrimiento. ¿Qué son años de esfuerzo, de enfermedad, de luchar contra la pobreza, de persecución, sí, de martirios, cuando son contra pesados con las bendiciones de la diestra de Dios que son eternas? Un soplo del Paraíso extinguirá todos los vientos adversos de la tierra Un día en la casa del Padre será mucho mayor contrapeso que años que hayamos pasado en este desierto deprimente. Que Dios nos conceda la fe que nos capacita para asirnos del futuro anticipadamente y vivir su deleite en el presente.
Extracto de Consuelo Para Los Creyentes por A. W. Pink