La primera de las parábolas (Luc 15:4-6) tiene un tema pastoral: «Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas, y pierde una de ellas no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se ha perdido, hasta hallarla? Y al hallarla, la pone sobre sus hombros gozoso y cuando llega a casa reune a sus amigos y vecinos y les dice: “Gozaos conmigo, porque he hallado mi oveja que se habia perdido.”»
La frase “qué hombre de vosotros” (v. 4) implica que el comportamiento compasivo que describe se espera incluso de un pastor común. Ningún pastor que merezca el nombre de tal, estaría satisfecho con noventa y nueve de cien ovejas. Dejaría a las noventa y nueve en el redil y saldría a buscar la oveja perdida. Para muchos pastores esto no era solo un deber, era también una cuestión de amor por sus ovejas. El pastor conocía a cada una de las ovejas por nombre (ver Juan 10:3). Cada noche las contaba y examinaba cuando volvían al redil. Si se perdía alguna, él iba a buscarla en la noche.
Cuando el pastor de la parabola encontró la oveja perdida la llevó sobre sus hombros, con la panza del animal en su cuello y las patas pegadas al pecho. Entonces, llamó a sus amigos y vecinos para celebrar juntos la recuperación de la oveja. El punto clave de esta parabola es el gozo del pastor por la salvación de la oveja. El hecho de que llama a sus amigos para celebrarlo con él, muestra la profundidad de su gozo. Esto es algo que no podía celebrar solo, no podía simplemente disfrutarlo tranquilamente en su corazón. Su gozo era abundante y rebosaba; tenía que compartirlo con otros.
El motivo de Jesús se expresa en el versículo 7: “Os digo que del mismo modo habra más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.” En otras palabras, cuando un pecador se arrepiente Dios convoca a una celebración en el cielo. Dios es el Pastor que busca y cuyo deseo es rescatar a la oveja perdida. El no está simplemente llevando el computo de las personas que son salvas, al contrario, tiene tal anhelo por las almas de los perdidos que sale a buscarlos. Después, cuando el cordero extraviado es devuelto al redil, el mismo cielo es apenas lo suficientemente grande para contener su gozo. Ello muestra el corazón de Dios en busca del pecador.
Tomado de: El Evangelio Según Jesucristo