«Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, El cual hace mis pies como de ciervas, Y en mis alturas me hace andar». — Habacuc 3:17-19
Confiamos que Dios cumplirá lo que nos promete en su Palabra. Pero la batalla real de la fe viene cuando Dios responde de una manera que no esperamos o que percibimos como negativa. ¿Qué debemos hacer cuando no entendemos el plan de Dios o su cumplimiento implique nuestro sufrimiento? ¿Seguiremos confiando en Él a pesar de la decepción? O ¿Nos apartaremos del Señor, desalentados?
El profeta Habacuc tuvo que tomar esa decisión. Clamó al Señor para que juzgara la maldad de Judá (Hab 1:1-4) y se horrorizó al enterarse que Dios lo haría mediante la «nación cruel y presurosa» de los babilonios (conocidos también como los caldeos; Hab. 1.6). Habacuc clamó: «Oh Jehová, para juicio lo pusiste… ¿Por qué ves a los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él?» (Hab. 1:12-13). El profeta no podía entender por qué Dios eligió obrar como lo hizo, pero también demostró la esencia verdadera de la fe: Habacuc siguió confiando en la sabiduría y la fidelidad del Señor, sin importar qué sucediera o qué decidiera hacer.
En tiempos difíciles, la fe se vuelve una cuestión de lealtad devota al Señor Jesucristo. ¿Tenemos confianza en Él sin importar las circunstancias? ¿Nos aferramos a Dios y Su Palabra, aún cuando significa que debamos sufrir penalidad? ¿Podemos decir, junto con Habacuc, que así todos nuestros recursos y nuestras reservas se agoten, «con todo, yo me alegraré en Jehová»
-Confiar en Dios quiere decir ver más allá de lo que podemos, hacia lo que Dios ve.
-La Palabra de Dios es ancla inconmovible en las tormentas.
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