La salvación es absolutamente divina | #AWPink 

  
La divinidad absoluta de Dios se ve en la salvación. La propiedad absoluta e irresistible de Dios ha sido y está siendo expuesta en el ámbito espiritual de un modo tan manifiesto como en el natural. A Isaac se le bendice pero a Ismael se le maldice. Jacob es amado pero Esaú aborrecido. Israel se convierte en el pueblo favorecido de Dios mientras que a todas las demás naciones se les dejó en la idolatría. Los siete hijos de Isaí fueron todos pasados por alto y se halló que David, el niño pastor, era conforme al corazón de Dios. El Salvador cargó en él «la descendencia de Abraham» (Heb 2:16), no la descendencia de Adán. Su ministerio no alcanzaría a todo el mundo sino que se limitó al pueblo escogido de Dios. Los orgullosos fariseos fueron rechazados mientras que los publicanos y las rameras fueron dulcemente obligados por la gracia soberana a participar en la fiesta del evangelio. Al joven rico, que desde su juventud había guardado los mandamientos, se le permitió alejarse de Cristo ‘dolido’, aunque lo había buscado con verdadera sinceridad y humildad, mientras que a la mujer samaritana que había caído (Jn 4), y que no lo buscó, se le hace gozarse en el perdón de sus pecados. En la cruz dos ladrones colgaban junto a Cristo; eran igualmente culpables, estaban igualmente necesitados, estaban igualmente cerca de él. Uno de ellos es movido a clamar: «Señor, acuérdate de mí» y es llevado al paraíso, mientras que el otro padece la muerte en sus pecados y se hunde en una eternidad sin esperanza. Muchos son llamados, pero pocos son los escogidos.

Sí, la salvación es la obra soberana de Dios. «Dios no salva a un hombre porque sea un pecador, porque si así fuera debería salvar a todos los hombres porque todos son pecadores. No porque venga a Cristo, porque ‘ningún hombre puede venir a Él a menos que el Padre lo atrajere’; ni tampoco porque se
arrepienta, porque ‘Dios da el arrepentimiento para vida’; no porque crea, ‘porque nadie puede creer excepto
que le sea
dado de arriba’; ni tampoco porque se mantenga fiel hasta el final porque ‘somos guardados por el poder de Dios’. No es por el bautismo porque muchos se salvan sin él y muchos se pierden con él. No es por la regeneración porque eso haría del nuevo nacimiento un deber práctico. No es por la moralidad porque el moralista es el más difícil de alcanzar y muchos de los más inmorales son salvados. La base de la gracia distintiva es la soberanía de Dios: ‘Sí, Padre, porque así te agradó’» (Citando a J. B. Moody).

Pero, ¿es Dios parcial? Contestamos: ¿No tiene el derecho de serlo? Una vez más citamos del sermón del Sr. Spurgeon: «La prerrogativa real»:

«Hablando espiritualmente esta prerrogativa también le pertenece a Dios. Por naturaleza estamos bajo la condenación de la ley a causa de nuestros pecados y somos como criminales juzgados, convictos y sentenciados para ir a la muerte. A Dios le toca, como el gran Juez, ver que la sentencia se ejecute o emitir un perdón gratuito según le plazca; y Él nos hará saber que este asunto depende de su suprema voluntad. Escucho la siguiente sentencia tronar sobre las cabezas de un universo de pecadores: ‘Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca’. Los hombres están confinados a morir por sus pecados y depende de Dios perdonar a quien Él desee; nadie tiene ningún derecho al favor de Dios, el cual es conferido por mera prerrogativa porque Él es el Señor Dios, misericordioso y clemente y que se deleita en pasar por alto la transgresión y el pecado».

Cuán lejos se han apartado los admiradores actuales de Spurgeon de la enseñanza de este príncipe de los predicadores…

A. W. Pink

Extracto de: La Divinidad de Dios

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