Uzías: La ruina del orgullo
Texto: 2 CR 26:16-23
Cuando nos apoyamos en nuestras propias fuerzas para combatir el pecado o lograr nuestras metas, aseguramos nuestra derrota. Al fin y al cabo, todo que adquiramos fuera de la voluntad de Dios termina convirtiéndose en cenizas. Un buen ejemplo de este principio fue el rey Uzías de Judá.
Uzías fue un gran reformador y un guerrero fiero que disfrutó grandes éxitos mientras «persistió en buscar a Dios» (2 Cr 26.5). Este rey habría podido gozar toda una vida de victorias si hubiese mantenido su enfoque en Dios.
Tristemente, Uzías volcó su atención en todo lo que había logrado y cayó presa del orgullo. El resultado predecible fue que su conducta se corrompió y le fue infiel al Señor.
Este rey se dejó alterar a tal punto por su orgullo que creyó estar por encima de la ley y entró al templo para hacer algo estrictamente prohibido por la Palabra de Dios (Éxodo 30). El Señor hirió a Uzías con lepra por usurpar la labor exclusiva de los sacerdotes y profanar el templo. Ademas, sufrió una muerte trágica a consecuencia de su pecado (2 Cr 26.16-23).
El orgullo puede llevarnos a lugares donde no nos compete estar, y destruirnos en cuestión de poco tiempo. Si queremos andar con Dios, debemos escuchar cuando Él nos diga que seamos humildes y le obedezcamos.
Charles Stanley
Principios de vida
«El quebrantamiento es el requisito de Dios para que seamos útiles al máximo».