Uno de mis episodios favoritos de la vida del Señor Jesucristo, se encuentra en el evangelio de Mateo 8: 45-13 y Lucas 7:1-10 en donde Jesús sana al siervo de un centurión.
La primera lección que podemos aprender es que la petición del centurión no era para él, era por su siervo (esclavo). Este centurión tenía una fe genuina, aquella que se preocupa por los demás. El amaba y se ocupaba por su sirviente, no por un familiar.
Según el relato en Lucas, el centurión apeló a Jesús por medio de intermediarios, se sentía tan indigno que envío a otros por su solicitud. Él no se sentía merecedor de que el Señor entrara en su casa; la tradición judía enseñaba que si un judío entraba a la casa de un gentil se hacía impuro.
Este centurión entendía perfectamente la absoluta autoridad de Jesús. Él también era un soldado y tenía a su cargo unos 100 hombres. El conocía la autoridad del Mesías. Esto tenía muchas implicaciones, ni siquiera sus discípulos se habían percatado de tal autoridad, mucho menos los religiosos de aquella época. Era un soldado que sabía lo que era dar una orden y que esta se obedeciera al instante, sin cuestionar. Este soldado romano sabía muy bien lo que era decidir entre la vida y la muerte, él había sido preparado para la guerra.
Los versículos Mateo 8:10-12 contiene una declaración ofensiva en demasía para aquella época. Jesús estaba declarando que los gentiles, en el reino con Abraham, disfrutarían de la salvación y las bendiciones de Dios. La nación hebrea, herederos físicos de Abraham, serían echados fuera. Era una declaración totalmente opuesta a la interpretación rabínica, la cual sugería que en el reino se ofrecería una gran fiesta en compañía de Abraham y el Mesías abierta solamente a los judíos. Y, más contundente aún, en el versículo 12
“los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir dientes”. En pocas palabras, estarían condenados los que se suponían que no lo estarían.
“El lloro y el crujir de dientes” es la agonía de quienes estén en el infierno.
El centurión entonces es recompensado por su fe en Mateo 8:13, “ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado EN AQUELLA MISMA HORA” (énfasis mío). Y Lucas 7:9 describe lo maravillado del Señor ante la fe de este gentil y soldado romano. “Ni aún en Israel he hallado una fe tan grande”.
El Señor había sido maravillado por la fe de este soldado. Por su gracia y misericordia le fue concedido “en aquella misma hora” su petición.
Como nos dice Hebreos 11:6
«Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.”
“Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna.” Hebreos 4:6
Hebreos 7:19 (pues la ley nada hizo perfecto), y se introduce una mejor esperanza, mediante la cual nos acercamos a Dios.
Efesios 3:12 en quien tenemos libertad y acceso a Dios con confianza por medio de la fe en El.
Aplicación personal:
Ve al trono de la gracia y pide sin decretar, pide sin ordenar… pide con fe y con humildad, pues quien da las órdenes es Èl, no tú.