“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. — Gálatas 2:20
¿Dónde te encuentras en tu caminar cristiano? ¿Te has quedado al pie de la cruz, lavado por la sangre del Cordero, rescatado y reconciliado con Dios? ¿Has entendido que ahí no termina el mensaje del evangelio? ¿Probaste en carne propia los clavos de la negación de ti mismo, de tu propia crucifixión? He oído decir que solamente quienes quieren convertirse en discípulos de Jesús -aun en nuestra época- aceptan este llamado más exigente. “Los demas son salvos, pero no son discipulos”, enseñan por ahí. Estoy convencida de que ninguna persona verdaderamente salva puede quedarse mirando la cruz desde lejos o acercarse a ella solo para beneficiarse de sus inmensas bendiciones. Quien haya sido salvado por gracia, recibió también el Espíritu Santo y, con Èl, un Ayudador incansable en la tarea de morir al yo para que la nueva vida sea posible. No hay “niveles de llamado” en el cristianismo: “yo solamente acepté un poquito del mensaje, la primera parte”. La invitación de Cristo a creer en Él implica todo lo demás. Estamos o no estamos en la fe cristiana. Somos o no somos. Es cierto que no alcanzaremos la perfección en esta tierra, pero también es cierto que no hay estancamientos perpetuos. La invitacion es para todos. ¿Estás en la cruz?
#DámarisCarbaugh
#AdiósaMí
Lumbrera 