Si pudiera escoger una palabra para describir mis sentimientos hacía Dios en aquellos primeros años de ser cristiano, sería temor. Básicamente, me resultaba fácil identificarme con cualquier versículo que describiera su abrumadora grandeza o su ira, debido a que tenía temor a mi propio padre. Conectaba totalmente con pasajes como este:
«Él reina sobre la bóveda de la tierra, cuyos habitantes son como langostas. Él extiende los cielos como un toldo, y los despliega como carpa para ser habitada. Él anula a los poderosos, y a nada reduce a los gobernantes de este mundo. Escasamente han sido plantados, apenas han sido sembrados, apenas echan raíces en la tierra, cuando él sopla sobre ellos y se marchitan; ¡y el huracán los arrasa como paja!».
— Isaías 40:22-24
A la mayoría de los cristianos les han enseñado, o bien en la iglesia o sus padres, a separar un rato diario para la oración y la lectura de la Biblia. Eso es lo que se supone que debemos hacer, y por mucho tiempo es lo que yo intenté con valentía. Cuando no lo lograba me sentía culpable. Con el tiempo comprendí que cuando amamos a Dios corremos hacia Èl de manera natural, con frecuencia y con celo. Jesús no ordenó que pasáramos un rato regularmente con Él cada día; por el contrario, Él nos dice: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente”. Èl lo llamó: “el primero y el más importante de los mandamientos” (Mateo 22:37-38). Los resultados son una oración íntima y el estudio de su Palabra. Nuestra motivación cambia de ser culpabilidad a ser amor. Así es como Dios anhela que respondamos a su extravagante e infinito amor, no con un superficial “rato a solas” plagado de culpabilidad, sino con un verdadero amor expresado por medio de nuestras vidas. Igual que mi niña que sale corriendo para abrazarme cada noche porque me ama. Temor ya no es la que utilizo para describir mis sentimientos hacía Dios. Ahora utilizo palabras como intimidad reverente. Sigo temiendo a Dios, y oro para que siempre sea así. La Biblia hace hincapié en la importancia de temer a Dios. Como hablamos en el capitulo 1, nuestra cultura carece gravemente de temor de Dios, y muchos de nosotros estamos plagados de amnesia. Por mucho tiempo me enfoqué estrechamente en el temor de Él, excluyendo su gran y abundante amor.
[Francis Chan: Loco Amor, págs. 56-57]
#locoAmor #francischan