«El error subyacente en todo esto es la creencia que la gente puede ganarse el favor de Dios por ser lo bastante buena. Esta es la mentira central que domina toda religión falsa. La parábola de Jesús presenta la necedad de esta idea. La parábola marca una linea clara de distinción entre los dos únicos tipos de religión que existe: la falsa religión de los logros humanos, en comparación con el verdadero evangelio de la realización divina. El fariseo de la parábola es petulante, con justicia propia, despreciable, con un complejo muy grande de superioridad. Se pone de pie lo más cerca posible al lugar santo sin tocar a nadie que considere inferior a él. Por su forma de pensar, el contacto con los pecadores podría contaminarlo. Él no busca misericordia, ni gracia, ni perdón, ni ninguna simpatía por él mismo. No le pide a Dios nada, porque él posiblemente piensa que no necesita nada. Él simplemente está agradecido de que no es injusto. Al exaltarse a sí mismo, él sale sin ser justificado. El otro personaje es un cobrador de impuestos, un paria pecador, el objeto del desprecio de todo el mundo (incluso de sí mismo). El sabe que es culpable. Está muy lejos del lugar santo, porque se siente impuro y rechazado. Ni siquiera puede levantar los ojos al cielo. Está claramente angustiado por su propio pecado. Se golpea el pecho con vergüenza. Está en el punto más bajo de la desesperación, sin ninguna esperanza redención. Todo lo que puede hacer es pedir humildemente a Dios misericordia y gracia. Jesús dijo que ese mismo dia fue a su casa justificado».
Extrato del libro Parábolas por John MacArthur, páginas 112-113
Lucas 18:9-14Reina-Valera 1960 (RVR1960) Parábola del fariseo y el publicano
9 A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:
10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano.
11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.
13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.