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«Aconteció un día, que Jonatán hijo de Saúl, dijo al criado que le traía las armas: «Ven y pasemos a la guarnición de los filisteos, que está de aquel lado». Pero no se lo hizo saber a su padre». —1 Samuel 14.1
Si no ha leído alguna vez el incidente relatado en el capítulo 14 de Samuel, no se pierda la oportunidad de hacerlo hoy. Nos encontramos aquí frente a una de esas increíbles y osadas historias que acompañan la vida de aquellos que se animan a avanzar por fe en los proyectos de Dios. El capítulo tiene solamente dos personajes: Jonatán y su escudero. El protagonista principal, como siempre, es Jehová de los ejércitos.
Así como en tantas ocasiones, los filisteos habían subido contra los israelitas que estaban acampando en Micmas. Saúl ya daba muestras de esa inquietante característica que iba a terminar con su reino, la falta de habilidad para liderar a sus hombres en momentos clave. Como los filisteos tenían el monopolio en la fabricación de espadas, los israelitas se encontraban desprovistos de armas para hacerle frente al enemigo. La inacción se adueñó de los seiscientos hombres que acompañaban al rey, y así los encontramos cuando comienza este capítulo. En medio de esa situación de indecisión, Jonatán decide tomar la iniciativa y atacar a los filisteos, llevando consigo solamente una espada.
La valentía de Jonatán está muy bien registrada en las Escrituras. Lo que desconocemos por completo es la identidad de este escudero que lo acompañó en tan intrépida aventura. Permanece en el anonimato, aunque su hazaña está registrada en las crónicas de los grandes y, seguramente, su galardón en los lugares celestes será precioso.
A pesar de no conocer la identidad de este héroe, ni tener datos acerca de sus orígenes, quisiera resaltar el rol del escudero en la victoria de Israel. Lo más probable es que este paje de armas fuera joven e inexperto en asuntos de combate. Precisamente por esto se le había asignado la tarea de cargar con las armas de los guerreros. No obstante su insignificante responsabilidad, todo líder necesita de sus «escuderos» si es que desea lograr notables conquistas para el Señor. Los escuderos son aquellas personas sin ambición que están dispuestos a ocupar el lugar asignado para llevar adelante, con humildad, la tarea que se les ha confiado. Entienden que la fidelidad en este rol permitirá, eventualmente, que avancen a otros proyectos de mayor peso. De hecho, la fidelidad incondicional de este hombre permitió que participara plenamente de la victoria que obtuvo Jonatán, pues el texto nos dice que «a los que caían delante de Jonatán, su paje de armas, que iba detrás de él, los remataba. En esta primera matanza que hicieron Jonatán y su paje de armas cayeron como veinte hombres» (1 S 14.13–14).
El líder sabio sabrá valorar el aporte de sus escuderos y estará dispuesto a compartir con ellos sus logros. Verá en ellos los guerreros potenciales del mañana e invertirá cuidadosamente en sus vidas. En el futuro, por la gracia de Dios, serán ellos los que porten armas contra el enemigo.
Para pensar:
«Los grandes nunca se consideran grandes. Los pequeños nunca se consideran pequeños». Anónimo