¡Solo para osados! 


Christopher Shaw

Entonces le respondió Pedro, y dijo: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas». Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Mateo 14.28–29

He escuchado decenas de enseñanzas sobre este pasaje y yo mismo lo he usado en más de una predicación. En la mayoría de estas exposiciones he visto una tendencia que es demasiado común entre nosotros: enfocarnos en el error cometido. En este caso, usamos la aventura de Pedro para ilustrar lo importante que es mantener los ojos sobre Cristo para no naufragar en nuestros emprendimientos. No debemos mirar las olas, como él lo hizo. No deja de ser verdad lo que afirmamos, pero en el camino hemos perdido la oportunidad de apreciar la completa dimensión de la experiencia del discípulo.

La enseñanza de un amigo, que fue excelente maestro de la Palabra, me llevó a contemplar este pasaje desde otra perspectiva. En primer lugar, debemos notar que Pedro nos provee de un muy buen ejemplo acerca de cómo debemos encarar un proyecto. Cuando nos desborda el entusiasmo, tendemos a lanzarnos a un proyecto sin previa meditación. En el camino elevamos una oración a Dios pidiendo que nos bendiga en nuestro emprendimiento, aunque ya hemos tomado la decisión de realizarlo pase lo que pase. Pedro mismo, cuando negó a Cristo, pagó el precio de actuar de esta forma.

En este incidente, no obstante, Pedro sintió en su corazón el deseo de experimentar lo mismo que estaba haciendo su amigo Jesús. Tome nota que, a pesar de esto, no se lanzó al agua. «Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas». Este es el correcto proceder en cualquier emprendimiento que queramos realizar. Debemos detenernos para preguntarle al Señor si él nos da la autorización para movernos, aun cuando todas las circunstancias parezcan indicar que estamos frente a una oportunidad sin igual.

Esta lección es especialmente importante para los que estamos al frente de diversos ministerios. Es sumamente fácil caer en la tentación de elaborar proyectos para Dios, creyendo que todo lo que hacemos en su nombre automáticamente goza de su bendición. Nuestros caminos no son sus caminos. La disciplina de detenerse y buscar autorización de lo alto es una de las más cruciales para un ministerio eficaz.

En segundo lugar, quisiera hacerle notar la osadía del pedido de Pedro. Él no quería perderse esta oportunidad. Cuando escuchó la invitación se largó a caminar sobre las olas. ¡Qué experiencia tan extraordinaria!

Es verdad que terminó hundiéndose, pero se dio el gusto de experimentar algo fuera de serie. Los otros once discípulos permanecieron en la seguridad del bote. De alguna manera esta escena capta lo que es la iglesia. La mayoría de nosotros preferimos la seguridad del bote, mientras criticamos a los que intentan algo nuevo. Algunos pocos, atrevidos en la fe, prefieren la aventura de andar en las alocadas propuestas de Cristo.

Imagine a los discípulos, ya viejos. Los once, quizás, podrían contarle a otros: «conocimos a un hombre que caminó sobre las aguas». Solamente Pedro, sin embargo, podría decir: «una vez, de joven, ¡anduve sobre las aguas!»

Para pensar:

«Un hombre con coraje es mayoría». — Andrés Jackson

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