Una iglesia que es aceptada y aprobada por el mundo es un oxímoro, una contradicción en términos. Es una imposibilidad. Según Jesús, cualquier iglesia que es amada por el mundo es del mundo, y no de Cristo:
“Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os odia.” (Juan 15:19).

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